domingo, 20 de octubre de 2013

En un rincón



Ayer a la tarde vino a visitarme una amiga que hacía mucho tiempo que no veía. A la mañana había preparado un budín de harina integral y frutos secos (como todos los sábados), así que cuando llegó preparé el mate y nos sentamos en el balcón a charlar de nuestras cosas, rememorando aquellos buenos viejos tiempos en que nos juntábamos más seguido.
En un momento de la conversación ella me hablaba de la separación y de su ex y entre mates amargos y porciones de budín, mi amiga se despachó con la siguiente reflexión:

“Existe un rincón en el alma, un rincón olvidado a conciencia, es el rincón de los sueños rotos, de las desilusiones, de los miedos, de las dudas, de las añoranzas, de los dolores, de los mazazos recibidos en el largo y tortuoso sendero de la vida. El rincón de los desvelos, de los jirones en el suelo, del polvo acumulado.
Ese rincón, como si fuera un tacho de basura, está cerrado a cal y canto, es el altillo donde se amontonan las cicatrices y se esconden los temores más absurdos. Las tristezas también tienen allí su lugar, las nostalgias que con el paso del tiempo traen melancolía.
No suelo abrir la puerta y ver que se amontonó ahí, se precisa valor para pisar la oscuridad y la soledad que traen los recuerdos en algunas ocasiones.  
Sin embargo, la mente muchas veces es perversa si no se controla y no perdona la debilidad, así que en las noches de insomnio mi cabeza suele pasear a sus anchas por los rincones prohibidos y rebuscar en los baúles escondidos, con la extraña necesidad de traer fantasmas que no existen a las noches largas y lentas en las que la realidad y las lágrimas nos roban el sueño.
 No es bueno lamentarse de las decisiones tomadas. No es bueno pretender recuperar lo que es mejor dejar como está. No es nada bueno meter el dedo en la llaga y remover, ¿para qué? Mejor no agitar el pasado después de que las aguas volvieron ya a su cauce.
Los libros se leen hacía adelante, pues por la misma regla de tres, no hay que volver sobre nuestros pasos".

(Traté de reconstruirla en su totalidad, algunas palabras se perdieron y otras las cambié, pero en esencia, esto es lo que dijo)

2 comentarios:

Hisae dijo...

Hermosas palabras las de tu amiga y cargadas de verdad. Creo que en líneas generales a todos nos pasa eso, ya sea con una separación o con cualquier vivencia traumática que queramos olvidar. Se perdona pero no se olvida. Por eso, algunas noches toca abrir ese cuatro cerrado y oscuro que tanto miedo nos da.

Abrazos, querido Omar.

Omar Magrini dijo...

Es verdad amigo Hisae. Yo me quedé mudo cuando escuché todo eso, pero ese cuarto oscuro lleno de fantasmas siempre esta latente,tiene vida propia, es como barrer debajo de la alfombra, en algun momento hay abrir el cuarto y airearlo.
Gracias por comentar. Un fuerte abrazo!!

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