martes, 30 de abril de 2013

Ventanas







El que desde afuera mira por una ventana abierta, nunca ve tantas
 cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más
 profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más
 deslumbrador, que una ventana iluminada por una vela. Lo que se puede
 ver al sol, siempre es menos interesante que lo que pasa detrás de un
 vidrio. En aquel agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida,
 padece la vida.

Mas allá de las olas de los tejados, veo una mujer, madura y arrugada
 ya, pobre, inclinada siempre sobre algo, sin salir nunca. Con su
 rostro, con su vestido, con su gesto, con casi nada, he reconstruido
 la historia de aquella mujer, o, mejor, su leyenda, y a veces me la
 cuento a mí mismo llorando.

Si hubiera sido un pobre viejo, yo hubiese reconstruido la suya con la
 misma facilidad.

Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y padecido en seres distintos de mí.

Acaso me digáis: "¿Estás seguro de que tal leyenda sea la verdadera?"
 ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad colocada fuera de mí si me
 ayudó a vivir, a sentir que soy y lo que soy?

CHARLES BAUDELAIRE

 Fotografía; Casa Rossell, Ordino, Principado de Andorra.

martes, 23 de abril de 2013

La leyenda de san Jorge y el dragón



Según la tradición popular, San Jorge era un militar romano nacido en el siglo III en la Capadocia (Turquía). El santo, que servía bajo las órdenes del emperador Diocleciano, se negó a ejecutar un edicto del emperador que le obligaba a perseguir a los cristianos y por esta razón fue martirizado y decapitado por sus coetáneos. Muy pronto se empezó a venerar como santo en la zona oriental del Imperio Romano y enseguida aparecieron historias fantásticas ligadas a su figura

La gesta de san Jorge y el dragón se hizo popular en toda Europa hacia el siglo IX bajo el nombre de "Leyenda áurea" y fue recogida por el arzobispo de Génova, Iacopo da Varazze, más conocido como Iacobus de Voragine, en 1264, en el libro 'Legenda sanctorum'.

Según la tradición, la villa de Montblanc (Conca de Barberà) estaba siendo aterrorizada por un colosal dragón. La bestia se había instalado a las afueras del pueblo, infectando el aire y el agua con su aliento apestoso y causando estragos entre el ganado. En su búsqueda de alimento, cada vez se aproximaba más a las murallas, por lo que los vecinos tuvieron que buscar una forma de mantenerlo apartado. Empezaron dándole de comer ovejas; cuando éstas se acabaron, siguieron con los bueyes, y luego con los caballos. Y por fin no tuvieron más remedio que sacrificar a los propios habitantes. Se metieron los nombres de todos en un puchero, también el del rey, y el de su hija la princesa, y cada día una mano inocente decidía quien moriría la mañana siguiente. Y una tarde la escogida fue la princesa. Dicen unos que el rey lloró y suplicó a sus súbditos por la vida de su hija, pero que de nada le sirvió, ya que no era el único padre desconsolado. Cuentan otros que el rey entregó a su hija con valentía y entereza. Sea como fuere, la joven salió de las murallas y se dirigió hacia su triste destino.

Cuando el terrible dragón avanzaba hacia ella, surgió entre la bruma un hermoso caballero vestido de blanco sobre un caballo blanco que arremetió contra la bestia. El animal, herido, se sometió al caballero, que le ató al cuello un extremo del cinturón de la princesa. La dama tomó el otro extremo del cinturón y, para pasmo de los pobladores de Montblanc, condujo al dragón como a un perrito hasta la puerta de la ciudad. Allí, a la vista de todos, el caballero remató a la bestia de un certero golpe de lanza. Dicen unos que el dragón se fundió y fue absorbido por la tierra. Cuentan otros que un gran charco de sangre se formó a los pies del caballero. Sea como fuere, en aquel mismo instante creció un rosal y de sus ramas brotaron rosas rojas. Jorge, o Jordi, o George, o Giorgios, que es como se llamaba el caballero, obsequió a la princesa con una de esas rosas, la más bonita de ellas.

Semejante gesta hizo que el santo caballero alcanzase fama y popularidad durante la Edad media, y que fuera escogido patrón de la caballería y la nobleza.

Sant Jordi en Cataluña
Difícil de entender para quien no lo ha vivido nunca, la fiesta de Sant Jordi es una jornada festiva y popular en que los puestos de libros callejeros, las rosas y especialmente ríos de gente, toman las calles de todas las localidades catalanas. La celebración no puede ser más sencilla: el ritual consiste en pasear, comprar una rosa, un libro o las dos cosas, para regalar a las personas queridas, familiares y amigos. Aunque no es festivo, Sant Jordi y el paseo obligatorio llenan las calles y plazas convirtiendo la jornada en una singular fiesta nacional que se celebra en un día laborable.

El origen de esta fiesta tan singular la encontramos en una mezcla de tradiciones y costumbres de épocas diferentes. Coincide el hecho de que Sant Jordi sea el patrón de Cataluña (de forma oficial desde el año 1456, aunque se le veneraba desde el siglo VIII), con la costumbre, también medieval, de celebrar una feria de rosas o "de los enamorados" en el Palacio de la Generalitat.
A estas celebraciones más tradicionales se le añadió el Día del Libro, instaurado en España en 1926. 
A disfrutar entonces con un muy buen libro y una rosa...

martes, 16 de abril de 2013

Restaurante en Los Pirineos



La vida en un pueblo tiene otro ritmo, es más sosegada, menos densa, parece que se estira más y más, que se disfruta con más intensidad, o al menos esa es mi sensación.

Una de las cosas que me encanta hacer cuando visitamos pueblos en la montaña es irme de restaurante, pero un restaurante especial, en un entorno privilegiado, con música de fondo tipo pájaros cantando y ramas de árboles agitadas por el viento. Los restaurantes donde suelo ir son muy modernos, se come con mantel pero sin mesa, en el suelo, sobre la hierba, no hay camareros, es buffet libre y la bebida es natural, de manantial, corre entre las piedras y el aire que se respira es limpio y puro. No suele haber muchos clientes interesados, por lo que a menudo solemos disfrutar de todo para nosotros. Tienen parkings con numerosas plazas libres. Encima este tipo de restaurantes permiten hacer la siesta, hay lugares habilitados para ello. Sólo tienen una norma, quien no esté dispuesto a cumplirla no debería de ir: "Dejar todo tal y como se encuentra, o mejor si cabe, como si no se hubiera pasado por ahí".

 En esta ocasión elegimos uno ubicado en Cerdanya. Allí hay un pueblo, Bellver de Cerdanya y junto al pueblo se extiende un campo lleno colinas y de pinares hasta donde se pierde la vista. Así que, llegamos allí, nos acomodamos donde nos vino bien, mitad sol, mitad sombra, tuvimos una comida muy agradable y después nos tumbamos a la bartola, abandonándonos a las sensaciones, a las buenas vibraciones que nos transmitía el sitio en sí, con una panorámica preciosa del pueblo, del valle y de Los Pirineos con sus nieves eternas. Pues eso, restaurante de seis tenedores, de lujo, pero de lo más económico, lo que yo digo, se puede ser feliz con muy poco, o con mucho, depende, porque no deja de ser un privilegio poder disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.
 


Bellver de Cerdanya

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails