Era una brillante y soleada
mañana verano. El agua estaba tibia y en calma.
Los pescadores cantaban y
limpiaban sus redes. Los niños jugaban en la arena, mientras las madres
disfrutaban de las travesuras de los más pequeños, que recién comenzaban a
caminar.
Vida, armonía y unidad.
Una paloma sobrevoló la aldea con
una rama de olivo en su pico.
Llegaron las primeras nubes y el
cielo se puso negro, amenazante. Un relámpago iluminó la silueta de un barco en
el horizonte y un trueno ensordecedor hizo temblar las cabañas.
La profecía tenía razón. Para
completar felicidad de los hombres, Dios llegaba desde el mar.
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