Can can, po po.

Siempre respeté a la gente que tiene perro, yo mismo tuve un cocker spaniel, allá lejos y hace mucho tiempo. Si hoy tuviera un patio con un poco de tierra, seguramente tendría uno, porque me gustan. Lo que nunca entendí es porqué, aquellas personas que tienen los canes en departamentos (o casas), sacan a pasear sus animales de compañía y dejan que los mismos hagan sus necesidades en cualquier lado y no las levanten como deberían hacerlo. Todos salen con sus correas y sus bolsitas, pero miran por arriba del hombro cuando los perros cagan en la vereda y después, “vamos, vamos que llegamos tarde a casa” y ahí quedó la torta, lista para alguien la pise y desparrame caca por todos lados. Más de una vez me pasó, tanto en Buenos Aires como aquí, tener que buscar un lugar con pasto para limpiar la suela de los zapatos. (Ni que contar cuando se ensucian las zapatillas)
Yo he visto a muy poca gente agacharse a juntar los excrementos perrunos. El otro se desarrolló el siguiente dialogo con una señora, muy bien vestida, que trataba de apurar a su perrito para que terminara de defecar justo cuando una vecina y, quien suscribe, estábamos entrando al edificio.
-Disculpe señora, pero sería tan amable de llevar el perro a cagar a la puerta de su casa. –le dije de muy mal modo, al ver que la señora ni se inmutaba.
-Es que le dio ganas y justo se detuvo aquí… vamos Puchi. (El pobre perro ni se movía, sólo hacía fuerza).
-Supongo que recogerá esos excrementos –dijo la vecina con cara de pocos amigos.
-Vamos Puchi… es que sabe, olvide las bolsitas en casa, salí tan apurada…
- Yo tengo bolsitas de residuos, ya se las traigo –dije.
-Gracias… pero ya nos vamos. Disculpen, Puchi hace unos días que esta malito.
-Ningún disculpar, si usted no recoge esa mierda de la entrada del edificio, la seguimos y vamos a mear la puerta su portal. No sólo yo, sino todos los que viven en éste edificio –dijo la vecina enojada.
El aire se cortaba con las miradas fulminantes. La situación se puso muy tensa hasta que la paqueta señora saco un pañuelo del bolsillo, lo utilizó para juntar la caca y luego se fue maldiciendo para los cuatro costados.
Luego de este incidente, la señora no apareció más por nuestra vereda. Así que me alegré cuando vi los carteles en las paradas de buses que piden una concientización a la gente, para que dejen su incivismo de lado y recojan la caca de los perros.

La nueva campaña municipal Madrileña se llama “Si pudiera lo haría yo mismo”. De hecho, la nueva Ordenanza municipal de Limpieza de los Espacios Públicos y de Gestión de Residuos establece multas de entre 750 y 1.500 euros para quienes dejen los excrementos en la calle.
Los policías municipales serán los encargados de levantar acta cuando detecten esta conducta, con la única excepción de los ciegos con perro-guía. El año pasado se junto 1,19 millones de kilos de estos excrementos. (Lo que se dice una verdadera cagada).
Y una noticia que me alegro mucho leerla, fue la siguiente:

Devolverán la caca de perro a su propietario cuando no la recoja del suelo.
El ayuntamiento de Granollers (cerca de Barcelona) tiene a punto una original campaña para intentar acabar con uno de los clásicos problemas de incivismo: los excrementos abandonados de perro.
La idea consiste en que un técnico o empleado municipal entregará personalmente el excremento de la mascota a la persona que no la recoja de la vía pública.
Los servicios técnicos municipales han estudiado el problema y la manera como deben actuar.
Así, han descartado llamar la atención al incívico en el justo momento en que su mascota acaba de defecar, porque la respuesta del propietario cuando recibe la advertencia de la autoridad es siempre la misma: “Ahora la iba a recoger”.