martes, 30 de noviembre de 2010

¡PAREN EL MUNDO!



¡Qué día que tenemos hoy!
El último día de noviembre en la península Ibérica se presenta oscuro, nublado, con lluvias, nieves, vientos y con mucho, pero mucho frío.
Y como si las inclemencias climáticas de este otoño no fueran suficientes, hoy pasó de todo; la tormenta continúa, pero en otros ámbitos;
Sube el riego país, supero los 300 puntos y se acentúa la desconfianza de los inversores respecto de la solvencia de España para pagar su abultada deuda. La rentabilidad de la deuda llega casi al 6%, la de Irlanda estaba al 8 cuando fue rescatada. El gobierno hace oído sordo y parece que no piensa hacer nada. Veremos si mueve alguna ficha en los próximos dias.
La vicepresidenta económica le responde a Europa que se cumplirá con el déficit pactado (que se sigue disparando) y culpa a Irlanda y a Merkel por las turbulencias que sacuden el mercado, mientras otro representante del gobierno solicita que bajen el precio de las viviendas para poder vender el amplio stock de unidades nuevas y usadas desocupadas. Le dice ¡chau a la especulación!, hasta aquí llegó.
Sube el euríbor, en su mayor tasa en 18 meses, encareciendo todas las hipotecas!
La bolsa sigue cuesta abajo (¿hasta dónde caerá?) pierde un 14% en su peor mes desde la caída de Lehman Brothers y las empresas han perdido ya casi un 22 % de su valor bursátil en lo que va del año. El dinero parece que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos.
Sombrío panorama…
Anoche el Barcelona humilló al Real Madrid con un contundente 5 a O y hace apenas unas horas la UEFA sancionó al DT del Real Madrid con dos partidos de suspensión y 40mil euros y a cuatro de sus jugadores con penalidades económicas por su dudoso comportamiento en Ámsterdam por su partido contra el Ajax por la Champions.
Mientras tanto el ventilador de caca de Wikileaks se prendió y no se salva nadie…
Como en un mal sueño, creo que algunas de estas cosas ya las viví.
Paren el mundo...

sábado, 27 de noviembre de 2010

LOS NUEVE ESCALONES. Cuentos para niños.


Después de varios meses de idas y vueltas, dimes y diretes, correcciones, desde aquí y desde el otro lado del Atlántico, está listo para comenzar su peregrinaje por las editoriales, LOS NUEVE ESCALONES.

Nunca imaginé que podría llegar a escribir un libro de cuentos para niños, pero, siempre hay una primera vez.
Todo comenzó en el seminario de escritura creativa de la Universidad de Comillas, en Madrid, a comienzos del año. En una de las clases el tema a desarrollar fue “Cuentos para niños”.
El profesor leyó el material que había elegido para la ocasión, luego explicó y entre todos, analizamos su estructura, forma y contenido.

Obviamente, la tarea para el hogar fue escribir un cuento, aplicando todo lo que habíamos visto en clase y llevarlo la semana siguiente para leerlo delante de los compañeros y comentarlo.
Así nació “Panchita y sus amigos”, el primero. Y gustó, y como gustó, luego vinieron los otros, diez cuentos integran esta recopilación con sus respectivos dibujos.
Otros diez cuentos están en el cajón del escritorio hasta el año que viene.

Por lo pronto ya tengo dos reuniones la semana que viene con editoriales para ver si les gustan los cuentos, esperemos que sí.
Los mantendré al tanto.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Charlas de ascensor...

Sé que se ha escrito mucho sobre este tema (hasta hubo una serie de tv y todo al estilo de cámara café ) y no sé que pensaran ustedes al respecto, pero yo procuro evitar las conversaciones sobre el tiempo, en el ascensor o donde sea.
Y no es porque me moleste caer en lugares comunes, sino porque estoy en desacuerdo con la mayoría de los “comentarios” que a menudo se hacen en esos lugares; a pesar de ser el único tema de conversación que sale, es verdad, en esos trayectos de subida y/o bajada nadie habla de otra cosa que del tiempo.
Yo particularmente no hablo y si alguien se dirige a mi, sólo contesto con monosílabos. Pero hay cosas que realmente me sacan, por ejemplo, ¿por qué a veces las mismas personas (pueden ser vecinos del mismo edificio o compañeros de trabajo de otros pisos), que no soportan el verano, como yo, son las que poco tiempo después despotrican a grito pelado contra el frío y la lluvia? ¿Y por qué quienes tanto se jactan de tener en su casa aire acondicionado (central o individual) critican al mismo tiempo las bajas temperaturas de los establecimientos públicos, oficinas, bancos o medios de transporte?
Y el mismo verso lo escuchamos cada verano, de que es el año, sin duda, de más calor, porque nadie recuerda algo así años anteriores.
O, en caso contrario, en el invierno con las altas temperaturas de la calefacción.
No tienen paz, se quejan por todo. Como la gata flora.
Después están los que siempre te dicen; "Es mucho mejor el frío seco, que no se siente tanto, que el húmedo; porque con éste, por mucho que te abrigues, te sientes helado hasta los huesos", como si uno no lo supiera.
Después están aquellos que directamente niegan la Primavera como si no existiera. Porque, por lo menos aquí en Madrid, mucha gente se empeña en decir que no hay primavera, que pasamos directamente del calor abrasador al frío de los mil infiernos.
Y no, queridos blogueros, eso sí que no es verdad. Mi alergista y mi médico del centro de salud saben las veces que tenido que visitarlos para que me dieran algo para contrarrestar los efectos de las gramíneas, arizónicas y las pelotitas plumíferas del plátano de sombra que están en plenitud en la estación de las flores. Porque aquí tenemos primavera, vaya que sí, entendiendo por ésta una estación de temperatura caprichosa e inestable, de transición de una cosa hacia otra. Da igual. Los que critican el tiempo te lo dirán una y mil veces, aquí y en Ávila: ¿primaveraaaaaa?... No nono no, aquí frío y después calor.

Esta mañana, sin ir más lejos, me he reído un poco con un grupo de personas que en un ascensor público criticaban el tiempo. El día en Madrid amaneció lluvioso y fresco, bastante frío, pero agradable, un clásico día de otoño. Así fue la conversación:
-Vaya rollo de lluvia -dijo un primero.
-Pero bueno, espero que después salga el sol, como ayer, así por lo menos sigue el buen tiempo con calorcito-. dijo un segundo.
-Sí, pero ya está bien de calorcito, por amor de Dios -sentenció una tercera-, si es que ya no tenemos invierno, no tenemos...".
-Natural -dijo otra persona que miraba azorada la escena, aunque nadie le haya dado calce-. Estamos a 19 de noviembre, o sea, otoño; seguimos en otoño, por eso hay tiempo de otoño".
Todos nos quedamos estupefactos y nadie cruzó más palabras en los segundos que tardó el ascensor en llegar hasta la planta baja y se abrieron las puertas.
No pude ocultar una sonrisa de satisfacción, alguien que por fin puso a los inconformistas criticadores del tiempo en su lugar.
Hasta la próxima que hace mucho frío….

viernes, 12 de noviembre de 2010

Cómo y por qué dejé de fumar.


Empecé a fumar cuando tenía 16 años y cursaba en 4to. año de industrial, en la Enet. Nro. 1 Nicolás Avellaneda de Santa Fe. Compraba en el kiosko los cigarrillos sueltos y los fumaba antes de entrar a clase. Recuerdo que fumaba unas pitadas mientras esperaba la línea 6 de colectivos, en la esquina de casa, muy temprano en la mañana, después lo apagaba y me lo guardaba en ¡el bolsillo del guardapolvo azul petróleo! y cuando me bajaba, encendía nuevamente lo que quedaba y seguía fumando, mientras caminaba hasta llegar al colegio.
Y desde ahí continué sin parar; en la calle, en el recreo, en los baños del colegio, cuando salía, que iba a tomar algo o a bailar, a escondidas, en el patio de mi casa; compraba chicles y caramelos para ocultar el aliento a cigarrillo, hasta que se blanqueó luego de un tiempo. Recuerdo que diariamente fumaba delante de mi madre, (a pesar de su negativa a que lo hiciera) pero no de mi padre, un par de años después fumé delante de los dos.
Comencé con Marlboro y a los dos a tres años cambié a Chesterfield y seguí fumando, nunca más de un atado por día, no tengo registros de haber fumado un atado diario.
En el edificio donde trabajaba en Buenos Aires, estaba prohibido fumar en los 14 pisos, menos en los baños, así que nos íbamos a fumar al baño en grupos de a tres o cuatro, me acuerdo y me da un poco de asco, salíamos del baño con un olor a humo, hasta la corbata quedaba impregnada.
Durante los años de oficina, traté de fumar menos, cambié algunos hábitos y algunos menos fume; me transformé en un fumador social, (como se decía en ese momento) por ejemplo, no lo hacía cuando me bajaba del subte y solo encendía un pucho a media mañana, y otro al mediodía y así logre bajar la cantidad a 10 o 12 fasos por día, a veces algunos más otras menos, pero ese era el promedio, pero nunca el atado entero.
Y así hasta los 34 años.
Ese verano, hace 8 años atrás, me acuerdo que estábamos de vacaciones en las espectaculares playas de La Paloma, Uruguay y yo estaba tirado sobre la arena con un cigarrillo entre los dedos, lo miré y me pregunté; ¿qué estoy haciendo con esto? Y ahí nomás, me prometí a mi mismo que terminaría los atados de Chesterfield que tenía encima y que no fumaría más. Me quedaban dos atados y el último lo fumé el domingo, cuando llegamos a Buenos Aires. Esa noche después de comer, fumé el último Chesterfield y no prendí un solo cigarrillo más.
Estuve fumando durante 18 años…
Las dos primeras semanas fueron bravas, comía toneladas de caramelos y chicles durante el día, tomaba litros de agua, terminaba de comer, me levantaba y me iba, no hacía sobremesa y evitaba los lugares con gente fumando. Y pasó, en un momento llegué a soñar que fumaba y aún hoy, algunas veces todavía sueño que me fumo un cigarrillito y siento el aroma y todo.
Es curioso, tengo épocas en que me gustaría nuevamente prender un cigarrillo, sobre todo cuando estoy escribiendo y tomando mates o un café. Me siento tentado de ir y comprar un atado y prenderme uno. Pero no, queda en eso, sólo ganas.
Hoy no me banco los lugares cerrados con mucha gente fumando o con mucho humo en el ambiente y tampoco aguanto el olor a cigarrillo en la ropa. Hay veces que salís de un restaurant y te olés la ropa y decís “uff!, qué olor a faso!”. No me molesta que fumen al lado mío, pero que tiren el humo para otro lado.
¿Que si volvería a fumar? No sé, creo que no. Si no volví a fumar hasta ahora, no creo que lo haga.
¿Por qué lo dejé? Porque era consciente que en algún momento tenía que dejarlo y que mejor que ahí, en esa playa, lejos de las preocupaciones y el estrés cotidiano para tomar la decisión y con fuerza de voluntad decir ¡no fumo más!

lunes, 8 de noviembre de 2010

GUIA DE LA BUENA ESPOSA (Folleto año 1953)















Una amiga (muchas gracias Pilar) me lo envió por mail, encontró la guía en la casa de su madre haciendo una mudanza, lo escaneó y lo mandó. ¿Habrá sido así realmente? Me cuesta creer, que alguien haya guionado los consejos y publicado con dibujos y todo, pero la imagen habla por si misma. Si alguien me puede contestar mucho mejor.
Creo que vale la pena compartirlo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Por qué la Casa Windsor no era la casa Windsor?

El sábado a la noche vinieron a casa a cenar dos amigos españoles y entre charla va y charla viene, uno contó que el próximo fin de semana largo (el que viene) se va a Londres por cinco días y que va a recorrer las propiedades de los Windsor. Nos enganchamos hablando de la monarquía y ahí me enteré, (no lo sabía) que la casa Windsor, no fue la casa Windsor hasta 1917 y que dicho nombre en realidad fue puesto por el rey Jorge V en plena guerra mundial.

Aquí una breve síntesis.
La Casa de Windsor, previamente llamada Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha (Sachsen-Coburg-Gotha), es la casa real del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte desde la muerte de la reina Victoria I en 1901 hasta nuestros días.
La dinastía capitulará tras la muerte de Isabel II, su actual soberana, ya que sus descendientes adquirieron por decreto real el apellido Mountbatten-Windsor.
La casa Windsor fue renombrada así, el 17 de julio de 1917 por Jorge V, dado el origen germánico del anterior nombre y debido a que entonces el Reino Unido estaba en guerra con Alemania.

El hecho de adoptar el nombre de Windsor fue una medida popular: era una forma de "nacionalizar" una dinastía extranjera desde 1714, alemana y con un sinfín de vínculos familiares e históricos en suelo germano.
Ni los Hannover ni los Sajonia-Coburgo-Gotha carecían de ilustre linaje, aún tenien
do en cuenta que descendían de señores feudales de la Edad Media.

El 10 de febrero de 1840, la reina Victoria I del Reino Unido, nacida en la Casa Real de Hannover, se casó con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. El hijo de ambos, Eduardo VII (1841-1910) se convirtió, a la muerte de su madre, en el primer rey de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha en el Reino Unido, desapareciendo así la Casa de Hannover en Inglaterra. Hay que tener en cuenta que el apellido original de todas las ramas de príncipes de Sajonia es Wettin aunque éste no ha sido utilizado nunca por los reyes de Gran Bretaña de esta familia.

Le sucedió su hijo Jorge V del Reino Unido (1865-1936). Separada ya completamente la dinastía de sus orígenes alemanes, en 1917 cambió su denominación oficial por Casa de Windsor (que alude al castillo de la ciudad inglesa del mismo nombre, construido por Jorge III sobre el emplazamiento de una residencia empleada por los reyes desde el siglo XI), denominación que han conservado los monarcas británicos hasta la actualidad. Bajo su reinado se produjo la independencia de la mayor parte de Irlanda (1922).

Seguidamente ocupó fugazmente el trono su hijo Eduardo VIII del Reino Unido (1894-19
72), cuyo matrimonio con la divorciada Wallis Simpson lo obligó a abdicar el mismo año de su ascensión (1936) en su hermano Jorge VI (1895-1952). Éste, superados sus problemas de tartamudez, mala salud y timidez extrema, se convirtió en un rey muy popular, sobre todo por la dignidad con la que hizo frente a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En esos años permaneció en Londres para compartir la suerte de sus súbditos bajo los bombardeos alemanes, visitando los frentes de guerra para elevar la moral de las tropas y esforzándose por reforzar su amistad personal con el presidente Roosevelt con el fin de ahuyentar la tentación aislacionista de Estados Unidos. En la posguerra desempeñó con total lealtad su papel de rey parlamentario, colaborando con el gobierno laborista, y hubo de asumir los inicios de la descolonización del Imperio británico.
En 1952, Jorge VI dejó el trono completamente asegurado para su hija Isabel, segunda de su nombre (nacida en 1926), que es la actual soberana.


Bueno, gracias a mis amigos españoles aprendí algo nuevo de la historia Inglesa. Nota mental, tendré
que leer un poco más sobre la rica historia de Inglaterra.
Hasta el próximo post.
Fotografías de arriba hacía abajo
Castillo de Windsor.
Emblema de la Casa Windsor.
El rey Jorge V.

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