Cerrar la puerta con llave y
partir. Ponerme en movimiento y dejar atrás la rutina de un año que termina. Cambiar
el paisaje de cada día por otro que tenga la facultad de sorprenderme. Nuevamente
la ventanilla de un avión (aunque también puede ser la de un tren, la de un bus, la de
un coche o simplemente los pedales de una bicicleta), ha atrapado mis sentidos
y experimento una agradable sensación de libertad, porque viajar me proporciona
placer y alegrías, siempre vivo experiencias nuevas que rompen viejas ataduras, abren
más mi mente y engordan mi alma. Me voy a buscar el calor del sur, nunca mejor
dicho, calor familiar, calor de amigos, el calor del encuentro y de los afectos.
El calor de mis orígenes y de mi tierra.
Madrid, primer stop en mi
camino hacía el hemisferio austral, escala de un par de horas y nuevamente el
pájaro de acero levantará vuelo con su gran corazón mirando el sur.
Hoy me despido con una cita
que me ha venido a la cabeza, la leí hace tiempo pero me identifiqué mucho con
ella: "No comprendo la existencia de personas que se levantan todos los
días a la misma hora y desayunan en el mismo sitio. Si yo fuera rica no tendría
casa. Tendría una maleta y a viajar siempre". Carmen de Burgos (Escritora
y primer periodista profesional en España y en lengua española)
Hasta el próximo
post, desde algún lugar de la misteriosa Buenos Aires…