Leí esta noticia en un par de diarios, en uno de Argentina y en otro de España. No es “la” noticia, tampoco algo que les importe a muchos, ni que vaya a modificar la vida de nadie, bueno supongo que la de los herederos sí, pero no es eso lo que me inquietó. Lo que puntualmente me llamó la atención es lo raro y extraño que puede ser el comportamiento del ser humano. Como el de esta señora de la cual habla la nota;
El pasado martes 24 de mayo falleció Huguette Clark, en una habitación del hospital Beth Israel de Nueva York Harriet Chase, a los 104 años de edad, rodeada solo por sus enfermeras y algunas de sus muñecas de porcelana, que coleccionaba con pasión. Recluida en el hospital durante los últimos 20 años, a pesar de conservar buena salud, Chase no recibía visitas y vivía en total aislamiento por decisión propia. La existencia misma de Chase era la de un espectro, pues su identidad era falsa. Bajo aquel nombre se escondía Huguette Clark, una anciana millonaria, rica heredera y excéntrica coleccionista, que después de un breve matrimonio decidió pasar 80 años de su larga vida en un discreto margen de la sociedad.
La época de Clark era la de los Astor, Vandervilt y Guggenheim, aquellas ricas familias del XIX que convirtieron Nueva York en un colorido reflejo de una novela de Henry James. Nació en 1906, en segundas nupcias de su padre, William Clark, uno de los hombres más ricos de EE UU, que amasó su fortuna con el cobre y que sería senador por Montana entre 1900 y 1907. Tuvo una hermana y cinco hermanastros, todos ya fallecidos. Su padre murió en 1925 y le dejó una fortuna estimada que al al dia de hoy equivaldrían a unos 2.100 millones de euros.
Los Clark residían en Nueva York, en una casa ya desaparecida de la Quinta Avenida con 121 habitaciones, 31 servicios, cuatro salas de arte y un teatro. Huguette debutó en sociedad, con un baile, a los 20 años. Se casó en Santa Bárbara, dos años después, en 1928, con el contable de Wall Street William Gower. Se separaron meses después y el divorcio se finalizó en 1930. Ella alegaba abandono. Él, que el matrimonio no se había consumado. Pronto, la heredera se refugió en Reno, en Nevada, donde acudían los divorciados de la época. Se dijo que se iba a casar en 1931 con el duque de Leinster, irlandés que llegó a Nueva York a bordo del crucero Europa. Este lo desmintió.
Clark decidió entonces, por causas nunca reveladas, recluirse en un apartamento de 42 habitaciones y dos plantas en la Quinta Avenida. Allí dejó de recibir gente, aislada junto a su madre, que falleció en 1963. Se dedicó a mantener sus obras de arte y a coleccionar muñecas de porcelana francesa. Sus dos últimas décadas las pasó en hospitales. Su fortuna se estimaba, este año, en unos 2.100 millones de euros. Dejó que se la administraran dos empleados: el abogado Wallace Bock y el contable Irving Kamsler.
Esos dos asistentes son los únicos que, aparte de las enfermeras, departían con ella en sus últimos años de vida. La semana se enterró a Clark en el mausoleo familiar del cementerio Woodlawn, junto a sus padres y su hermana. El abogado advirtió a la familia de que no acudiese a la ceremonia. Su ataúd fue sepultado en silencio. Solo estaban presentes los empleados del cementerio. Clark se fue rodeada por el mismo silencio y en la misma soledad que eligió para sí en vida.
En fin, ¿qué vio, qué sintió, qué le hicieron, qué la horrorizó tanto para tomar semejante decisión?, y encima vivir 104 años!, pero si parece una broma de mal gusto del destino. ¿Cuales son los resortes que se despegan, o al contrario, se pegan con más fuerza?, ¿o qué células, o terminales nerviosas se activan y se rayan o enloquecen?, ¿o qué es lo que se le mueve de lugar en el cerebro a una persona para que se comporte de esa forma? Y tantas preguntas más...
Si alguien tiene una respuesta, por mas disparatada y alocada que sea, por favor escríbala. La curiosidad me carcome.
El pasado martes 24 de mayo falleció Huguette Clark, en una habitación del hospital Beth Israel de Nueva York Harriet Chase, a los 104 años de edad, rodeada solo por sus enfermeras y algunas de sus muñecas de porcelana, que coleccionaba con pasión. Recluida en el hospital durante los últimos 20 años, a pesar de conservar buena salud, Chase no recibía visitas y vivía en total aislamiento por decisión propia. La existencia misma de Chase era la de un espectro, pues su identidad era falsa. Bajo aquel nombre se escondía Huguette Clark, una anciana millonaria, rica heredera y excéntrica coleccionista, que después de un breve matrimonio decidió pasar 80 años de su larga vida en un discreto margen de la sociedad.
La época de Clark era la de los Astor, Vandervilt y Guggenheim, aquellas ricas familias del XIX que convirtieron Nueva York en un colorido reflejo de una novela de Henry James. Nació en 1906, en segundas nupcias de su padre, William Clark, uno de los hombres más ricos de EE UU, que amasó su fortuna con el cobre y que sería senador por Montana entre 1900 y 1907. Tuvo una hermana y cinco hermanastros, todos ya fallecidos. Su padre murió en 1925 y le dejó una fortuna estimada que al al dia de hoy equivaldrían a unos 2.100 millones de euros.
Los Clark residían en Nueva York, en una casa ya desaparecida de la Quinta Avenida con 121 habitaciones, 31 servicios, cuatro salas de arte y un teatro. Huguette debutó en sociedad, con un baile, a los 20 años. Se casó en Santa Bárbara, dos años después, en 1928, con el contable de Wall Street William Gower. Se separaron meses después y el divorcio se finalizó en 1930. Ella alegaba abandono. Él, que el matrimonio no se había consumado. Pronto, la heredera se refugió en Reno, en Nevada, donde acudían los divorciados de la época. Se dijo que se iba a casar en 1931 con el duque de Leinster, irlandés que llegó a Nueva York a bordo del crucero Europa. Este lo desmintió.
Clark decidió entonces, por causas nunca reveladas, recluirse en un apartamento de 42 habitaciones y dos plantas en la Quinta Avenida. Allí dejó de recibir gente, aislada junto a su madre, que falleció en 1963. Se dedicó a mantener sus obras de arte y a coleccionar muñecas de porcelana francesa. Sus dos últimas décadas las pasó en hospitales. Su fortuna se estimaba, este año, en unos 2.100 millones de euros. Dejó que se la administraran dos empleados: el abogado Wallace Bock y el contable Irving Kamsler.
Esos dos asistentes son los únicos que, aparte de las enfermeras, departían con ella en sus últimos años de vida. La semana se enterró a Clark en el mausoleo familiar del cementerio Woodlawn, junto a sus padres y su hermana. El abogado advirtió a la familia de que no acudiese a la ceremonia. Su ataúd fue sepultado en silencio. Solo estaban presentes los empleados del cementerio. Clark se fue rodeada por el mismo silencio y en la misma soledad que eligió para sí en vida.
En fin, ¿qué vio, qué sintió, qué le hicieron, qué la horrorizó tanto para tomar semejante decisión?, y encima vivir 104 años!, pero si parece una broma de mal gusto del destino. ¿Cuales son los resortes que se despegan, o al contrario, se pegan con más fuerza?, ¿o qué células, o terminales nerviosas se activan y se rayan o enloquecen?, ¿o qué es lo que se le mueve de lugar en el cerebro a una persona para que se comporte de esa forma? Y tantas preguntas más...
Si alguien tiene una respuesta, por mas disparatada y alocada que sea, por favor escríbala. La curiosidad me carcome.
La fotografía que ilustra el post es una de las pocas que se conocen de Huguette Clark, es del año 1930.
(Clarin.com y elpais.es)