Típica reunión con amigos en la cual, cerveza de por medio, se habla de todo un poco; de la crisis, de lo que hizo este o aquel, de amores contrariados, de viajes, etc. Y, dentro de esos etc. se habló de cine; de la película española Celda 211, sobre un motín en una cárcel, que se llevó 8 premios Goya (Mejor película, director, guión adaptado y galardones para tres de sus actores, incluido un argentino) y la recién estrenada El Profeta, película francesa nominada al Oscar como mejor película de lengua no inglesa, otro drama policial carcelario con imágenes muy fuertes (las dos pelis 100% recomendables) que compite con el film argentino “Secreto de sus ojos” de Campanella por la dorada estatuilla.
Hablando de estas dos pelis, aproveché la ocasión y conté una anécdota que pocos sabían y que sucedió hace muchos años allá en mi Santa Fe querido.
Hablando de estas dos pelis, aproveché la ocasión y conté una anécdota que pocos sabían y que sucedió hace muchos años allá en mi Santa Fe querido.
Cuando tenía 23 años y estaba a full con toda la actividad teatral, fuimos invitados, mi amiga Marta (actriz y directora) y quien suscribe, a dar un taller de teatro en el penal de Coronda, a 60 km de Santa Fe.
No dudamos y aceptamos el ofrecimiento. Durante 6 meses estuvimos viajando todos los sábados a la mañana (de 10 a 13 hrs) al penal a dar el taller, que terminó con la puesta teatral de la obra “Nosferatu” el Vampiro, en una versión agiornada para la ocasión. La obra se presentó dentro del marco de una muestra de teatro intercarcelaria. No solo se presentaban dos obras del penal de Coronda, sino que también había obras de dos penales más, uno de Rosario y otro de Santa Fe.
Ese día, llevé a mi madre y Marta llevó a su familia (su esposo y sus hijos) al salón de actos del penal, donde se presentaron las obras. Cuando le pregunté a mi madre que le había parecido la experiencia, ella sólo recuerda que estaba sentada en la primera fila junto con otros familiares, que sentía un gran murmullo detrás (estaba presente medio penal) y no quería darse vueltas a mirar, pero que en ningún momento sintió temor, ni miedo. Ella estaba con el esposo y los hijos de Marta, los padres de Daniela, la profesora del año anterior y las autoridades del colegio que funcionaba dentro del penal.
Ante las preguntas de mi amigos, de todo tipo y tenor, se quedaron mudos cuando les conté que el grupo era de 13 personas de variada edad, todos estudiantes, ya que era condición para participar de las clases que fueran alumnos con excelente conducta. En ningún momento le preguntamos por qué estaban ahí, con el correr de los meses alguien comentó algo y otro se animó a contar, pero nosotros jamás preguntamos. Si ellos hablaban, escuchábamos pero no emitíamos opinión al respecto. Sabíamos que a algunos les quedaba muy poco en el penal y que saldrían en poco tiempo.
Un par de veces no pudimos entrar a dar la clase porque alguien se había portado mal y estaban todos castigados, ahí mismo desde la puerta de entrada, de regreso a casa.
No dudamos y aceptamos el ofrecimiento. Durante 6 meses estuvimos viajando todos los sábados a la mañana (de 10 a 13 hrs) al penal a dar el taller, que terminó con la puesta teatral de la obra “Nosferatu” el Vampiro, en una versión agiornada para la ocasión. La obra se presentó dentro del marco de una muestra de teatro intercarcelaria. No solo se presentaban dos obras del penal de Coronda, sino que también había obras de dos penales más, uno de Rosario y otro de Santa Fe.
Ese día, llevé a mi madre y Marta llevó a su familia (su esposo y sus hijos) al salón de actos del penal, donde se presentaron las obras. Cuando le pregunté a mi madre que le había parecido la experiencia, ella sólo recuerda que estaba sentada en la primera fila junto con otros familiares, que sentía un gran murmullo detrás (estaba presente medio penal) y no quería darse vueltas a mirar, pero que en ningún momento sintió temor, ni miedo. Ella estaba con el esposo y los hijos de Marta, los padres de Daniela, la profesora del año anterior y las autoridades del colegio que funcionaba dentro del penal.
Ante las preguntas de mi amigos, de todo tipo y tenor, se quedaron mudos cuando les conté que el grupo era de 13 personas de variada edad, todos estudiantes, ya que era condición para participar de las clases que fueran alumnos con excelente conducta. En ningún momento le preguntamos por qué estaban ahí, con el correr de los meses alguien comentó algo y otro se animó a contar, pero nosotros jamás preguntamos. Si ellos hablaban, escuchábamos pero no emitíamos opinión al respecto. Sabíamos que a algunos les quedaba muy poco en el penal y que saldrían en poco tiempo.
Un par de veces no pudimos entrar a dar la clase porque alguien se había portado mal y estaban todos castigados, ahí mismo desde la puerta de entrada, de regreso a casa.
Lo que más recuerdo es el paso por los pabellones, el sonido de las rejas que se cerraban detrás nuestro y las puertas abiertas de las celdas, ya que las clases de daban en el salón de actos y para llegar hasta allí, había que atravesar dos pabellones.
El balance de la experiencia fue muy positiva, tanto para Marta como para mí, tal es así que con algunos nos seguimos viendo afuera, un par de veces más.
El balance de la experiencia fue muy positiva, tanto para Marta como para mí, tal es así que con algunos nos seguimos viendo afuera, un par de veces más.
Al año siguiente, luego de terminado ese taller, me fui a vivir a Buenos Aires y al año de estar instalado allí, recibí un llamado telefónico de uno de los alumnos que ya estaba en su casa del sur del gran Buenos Aires con su familia y que me invitaba al cumpleaños de 15 de su hija. Se me hizo un nudo en la garganta. Fui y compartí la fiesta con su familia. Me dijo que estaba escribiendo un libro que se llamaba “Ensayo general para mi muerte” donde contaba todo lo que había vivido encerrado. Después de la fiesta, nos hablamos un par de veces por teléfono, él comenzó a trabajar y yo a viajar mucho y ya no nos vimos más. No se si habrá terminado de escribir su libro, pero el título va a quedar grabado a fuego en mi memoria asociado a la experiencia del penal.
En fin, como ya era muy tarde y había que irse a dormir, les prometí que otro día les contaría un poco más, y taza taza cada uno para su casa.
En fin, como ya era muy tarde y había que irse a dormir, les prometí que otro día les contaría un poco más, y taza taza cada uno para su casa.